jueves, 28 de junio de 2012

De cuerpo presente




Cuando promediaba la primera etapa de su gobierno, un día de semana y a la nochecita, Raúl Alfonsín convocaba a la Plaza de Mayo para anunciar la etapa de la “Economía de Guerra”. Todavía no estaba vallado ese espacio a través de un pulmón entre la Rosada y los manifestantes. Década del 80 para más datos. Los opinadores de siempre consideraron que “una plaza más o menos llena le brindaría crédito al inolvidable prócer de Chascomús.
La crónica sobre movilizaciones populares desde aquel momento también comprenden circunstancias con menos debate y más sangre, aún en democracia. Es inolvidable el patético Fernando De la Rúa elevándose desde la terraza de la Casa de Gobierno, flotando como en gran parte de su vida en el anochecer de un día agitado. Huella que a algunos ni siquiera nos alivia el recuerdo del Racing de Mostaza Merlo. Sí, fue en 2001.
En rápida síntesis considerado lo avanzado de la hora, también recordamos que la noche donde otros miles se juntaron en Plaza de Mayo para expresar dolor y estupor por el crimen de Mariano Ferreyra, en ese mismo lugar no se podía caminar merced a la espontánea movilización. Una reunión sin aparatos movilizantes.
Para aquella Plaza de Alfonsín algunos diarios, Clarín entre ellos, señalaban que la convocatoria –aún multitudinaria- no le garantizaría poder o respaldo al entonces Presidente. Hoy no creen lo mismo.
Hoy refiere al acto de Hugo Moyano, que encendió aún más las distancias (ahora eternas, antes mínimas) con el Gobierno. El Camionero terminó de derribar  -si es que existían- algunas alternativas de diálogo con el Ejecutivo Nacional. Una cuestión de superestructuras, nos referiremos entonces a los mínimos apuntes recogidos al caminar ayer cómodamente –incluso durante el discurso de Moyano- en las cercanías de un palco tan heterogéneo como la Argentina misma.
Leales camioneros que desde temprano vivieron la jornada como un acto más, con el cotillón de los redoblantes, copetines, chanzas entre ellos, gorra,  bandera y vincha.
Las mujeres de la Corriente Clasista y Combativa que con sus niños en los brazos se sentaron sobre la avenida Rivadavia, el ingreso colorido de las columnas del PST portando bengalas (sí bengalas) varias chicas tocando el bombo y cantando por la “Unidad de los Trabajadores y al que no le gusta que se incomode” o elegantes caceroleros refugiados en las escalinatas de la Catedral, algunos con sus camperas de finísima gamuza, hombres de la City susurrando sobre “los negros de m.er…” y hasta otras fuerzas de izquierda pregonando que se sumaban a la protesta contra el impuesto a las Ganancias y contra la burocracia sindical, en un movilización convocada por la misma cúpula sindical que fustigan.
Todos en su derecho, está muy claro.
El detalle fue que muchísimos de los integrantes de esa multitud no escucharon el discurso de Hugo Moyano. Tampoco eran 50.000 personas, apunte menor. Pero muchos de ellos ni siquiera le prestaron la más mínima atención.
Pasó ayer, pasa en muchísimos actos oficiales, nadie escucha al que convoca. ¿Nadie escucha al otro, ni siquiera en una conversación privada? Y sí pasa cada día, cada vez más.
Por allí quizás está la tarea para el hogar, considerar por qué/para qué estamos en determinado lugar sea en Plaza de Mayo, en la Autopista Buenos Aires La Plata o escondidos en nuestras sombras.