El hombre resistió lo que pocos resistimos en el universo de los medios de comunicación: coquetear con los “célebres” del periodismo. Cuando joven aceptó su destino de mediocre jugador, pero se puso en marcha hacia un desafío superior: Ser entrenador de fútbol, léase comandar un grupo de imperfectos hombres, para rendir examen -por y con ellos- cada siete días o cuando el fixture lo indicara. Acertó, erró, sufrió, se alegró, padeció (será correcto decir padece?) el Mundial de Japón 2002, la eterna factura argentina, donde varios “célebres” del periodismo no pidieron, le aplicaron la guillotina.
El hombre tiene DNI futbolero definido y ese club se movilizó por las calles de su ciudad (Ñuls en Rosario) ante el atisbo de un retorno utópico. El estadio de dicha entidad lleva su nombre. Homenaje en vida. Y lo recibió Europa, la Liga de España,allí definen que en 6 meses revolucionó al Athletic de Bilbao.
Para los refutadores de leyendas, hay algunos resultados a la vista.
Marcelo Bielsa, a quién no admiré desde su arranque, su marcha en la Selección etc, deja una elección abierta: las utopías son posibles y hasta para gritarlo con un moño: "Bielsa Carajo!".