A una semana del clásico de Avellaneda subyace la sensación
de que los hinchas de Racing hemos tenido otra oportunidad para elegir entre la
razón, el infortunio y la idiotez ante una derrota.
A la hora de las pruebas quien suscribe coloca en caja los
años vividos al compás de las goleadas históricas que nos propinaron con buen juego Ricardo Bochini y Asociados, ocurrió desde los setenta hasta que Pablo Erbín
-sin ART mediante- decidió el retiro de ese volante inolvidable, milagro de
talento en un envase petiso sin músculos o aditivos.
Tampoco será excusa que el juego desplegado por este equipo de Américo Gallego está lejos del ballet donde las formaciones del CAI saltaban de memoria, en la prehistoria del Google. Pero en este último clásico los Rojos además de algunos pases cortos prolijos le pusieron corazón. Léase alma, no patadas ni trampas.
Tampoco será excusa que el juego desplegado por este equipo de Américo Gallego está lejos del ballet donde las formaciones del CAI saltaban de memoria, en la prehistoria del Google. Pero en este último clásico los Rojos además de algunos pases cortos prolijos le pusieron corazón. Léase alma, no patadas ni trampas.
En este juego, como con Vélez en Liniers, nuestros vecinos
asumieron el momento histórico y no feliz que les toca vivir. Pusieron el
pecho, la defensa y un salpicón de voluntades para tratar de darle algún pase a
la red.
El Racing que se vio sobre la cancha está lejos de ser
considerado una mínima mueca.
“El arbitraje determinante”, al que refirió horas después de
la derrota el entrenador Luis Zubeldía, en la misma línea del juego de las
lágrimas que desató en la previa, califica a este Racing en toda su dimensión
desconocida. Con urgencias económicas y desatinos dirigenciales en pos de la
prolijidad maquillada para los casos de Centurión, Hauche y otros. Circunstancias que se pagan con o sin financiación.
Nos pareció más determinante
la condena a la soledad o a cazar algún revoleo con la que se ejecutó a Sand,
el traje de Rambo que se le improvisó a Vietto, la superpoblación de “cincos”
distintos y confusos del mediocampo académico. Y terció otra frase mendaz de los
responsables tácticos “la presión la tienen ellos”.
El ejercicio reiki con el cual intento alejarme del sentir
racinguista para abordar otros problemas más delicados falló una vez más. Soy
de Racing desde antes de aprender la tabla del dos. Y la tristeza se explica,
no por la derrota en sí -previsible- sino por la forma en la cual se concretó. Sin atenuantes, reacciones o una mínima apuesta al
juego.
Para algunos de los que ya pasamos el medio siglo, la
certeza sobre la ventaja estadística de Independiente sobre Racing tiene
fundamentos lógicos e históricos.
Lo que no nos quita una esperanza hacia futuras victorias “clásicas”, jugando bien.
Perder tiene mil formas, ninguna feliz, pero las hay dignas
y aunque nos resulte imposible copiar el estilo del Barcelona, convendría tomar apuntes
de algunas de sus actitudes.
Justamente esa palabra, actitud, que no significa violencia sino atreverse.