sábado, 5 de mayo de 2012

Bilardo



El 24 de abril de 1968 Estudiantes derrotó a Racing 3-0 en La Plata (dos de Juan Ramón Verón y uno de Rodolfo Fucceneco) y obligó a un desempate que se jugó en River para saber quién continuaría en la Copa Libertadores de América. Esa noche televisor mediante tuve mi primer referencia directa hacia Carlos Salvador Bilardo. Roberto Perfumo le pegó al doctor una patada digna de la intervención de un fiscal y el árbitro lo expulsó. Mi abuelo, además de insultos en piamontés descargó su bronca contra una puerta de hierro de la cocina y la rompió.
La herencia futbolera, social, política y de vida de Juan Pablo Viotti, abuelo paterno, es parte de mi ADN. Algo más que un dato. Y desde esa noche de 1968, nobleza obliga, me puse en la vereda opuesta al doctor, con límites que hoy evitaría, no por bajar banderas sino por una concepción más generosa del debate que aprendí de terceros.
“Roberto me pegó a mí, pero yo no le hablé, fue otro compañero. Somos amigos con Perfumo, incluso salimos a cenar a veces con nuestras esposas” me dijo Bilardo en una mesa que compartió a finales de los 90’ con el doctor José Nicolás Carluccio, el Chino Ahuntchain y quien escribe en un hotel de la Capital Federal. La leyenda reza que otro jugador  Pincha le “comentó” a Perfumo un detalle íntimo sobre su esposa y el Mariscal desató su ira incontenible sobre Bilardo.
El almuerzo ni siquiera era parte de una nota, fue una gentileza que tuvo Bilardo para hablar un rato largo. Mi sueño de gestionar/lograr su reconciliación con César Luis Menotti se frustró antes de que pudiera terminar de explicarle la propuesta. “No hay chance” me dijo con esos espacios mínimos que el doctor hace entre palabra y palabra para delicia de sus imitadores.  Y arrancó con otro tema, estaba fresca su aspiración a ser presidente de la Nación. Con la misma obsesión que dibujó jugadas en sobre el mantel, usando vasos y cubiertos. Casi sin espacios entre sus palabras repetía “dignidad, trabajo, seguridad, no es tan difícil. No es imposible” rezaba y movía las manos, cambiando su posición en el asiento varias veces, jugando con su teléfono celular.
Con Carluccio y Ahuntchain el pacto previo fue evitar consultas sobre el bidón de Branco u otros disparos desde mi "menottismo". A esa altura incomodar al anfitrión se daba de bruces no con el periodismo sino con la cortesía. El mozo nos atendía con amabilidad, pero cuando se dirigía a Bilardo lo hacía con devoción. “Está bien pibe, está bien, está todo rico” le decía el doctor y sin pregunta intermedia aclaraba “acá me quieren mucho, son buena gente”.
Supe que la cantidad de preguntas sobre dimes y diretes que podía disparar no tenía sentido y pensé que dentro de la agenda de Bilardo, esa charla era privilegio. Más de dos horas en las que nunca miró su reloj, donde prefirió semblantear qué cosas esperaba de nuestro país, habiendo recorrido el mundo: “dignidad, trabajo, seguridad, no es tan difícil. No es imposible”, repetía. Una obsesión como las que coronó para explicar que alguna vez, “Ruggeri cabeceaba los centros en España, que Burruchaga le pateaba desde Francia”.  Para muchos un disparate para su sector de admiradores una genialidad.
A esta altura del relato dejo constancia sobre el pequeño desafío que me arrojó un joven y prestigioso colega (Pablo Lamédica hoy en TyC) para semblantear alguna impresión sobre Bilardo. De todas las variantes, elegimos esa charla sin entrevista mediante, por el sólo hecho de compartir una mesa, hablar de fútbol y de la vida.
Bilardo sin dudas tiene su lugar en la historia, su trayectoria hasta el presente regó más anédcotas, el Gatorade, el abrazo con Maradona en el Centenario, idas y vueltas, enojos etc. Al fin y al cabo la pregunta de un eventual editor sobre “dónde está la noticia?” debería ser respondida  con una mueca. O también con una subjetividad “no hay noticia, no podemos precisar cuándo el personaje se apoderó de Bilardo o viceversa. No hay noticia”. Y para muestra una referencia más, en ese almuerzo la esposa del doctor lo llamó para comentarle que el piso del altillo donde archivaba cientos de videos (VHS) con miles de partidos había comenzado a ceder. Bilardo terminó la breve charla con su señora y dejó el celular sobre la mesa. También explicó el motivo de la llamada y con pocas pausas entre palabra y palabra ironizó “tenemos un problemita en casa, bueh, bueh, habrá que solucionarlo”.
Nos despedimos agradeciendo la invitación, Bilardo no permitió que ni siquiera dejáramos la propina a su mozo-fan y le sugerí  una vez más “¿No habrá una posibilidad de tomar un café con Menotti, de volver a tener en una tapa a los dos hablando de fútbol como lo reflejó el Gráfico cuando usted se hizo cargo de la Selección?”. “Ninguna chance, bueh, bueh…” respondió.
Pasaron los años, ese almuerzo ocupa un lugar en el estante de las charlas que gratifican como valor agregado nuestro invisible currículum y otro mediodía supe de la internación de Menotti por razones de salud. Pasaron algunas horas y en una entrevista que puso al aire TyC lo escuché al doctor deslizando casi en voz baja, sin pausas entre palabra y palabra. “Espero que él se recupere pronto”.  Valoré esa impronta a la distancia, pensando en aquel “no hay ninguna chance”.
“Dónde está la noticia?” me preguntará un editor ajeno a la  historia de Bilardo. A veces no hay noticia, sólo plasmar la reflexión de que hay blancos, negros, grises y gamas. Y que las noticias son parte de la vida, no su esencia. 

2 comentarios:

  1. Solo usted que había tenido ese almuerzo, que había intentado preguntar, sabía donde estaba la noticia, y más allá de la locura del Dr. hay veces, como en temas de salud, la locura debe dejarse de lado.

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  2. Recuerdo que Carlos Bilardo había "limpiado" a Garrafa Sánchez de Boca porque una vez lo vio llegar en moto. Y que cuando el crack de Banfield murió, el Doctor fue una de las personas que primero llegó para despedirlo.

    No es malo Bilardo, estamos de acuerdo. Pero.

    Pero tiene una concepción del fútbol que no comparto. Y si entendemos que se juega como se vive, entonces las diferencias con Bilardo se hacen más importantes. El "pisalo, pisalo", el bidón de Branco... El rival, el enemigo. Ni justicia.

    Eso representa Bilardo, y se me pone la piel de pollo (...) de solo pensar que quería ser Presidente. Después, como técnico hay que sacarse el sombrero: supo emplear los recursos que tuvo -a veces mejores, a veces peores- y lograr sus objetivos. Si obviaramos el "que se caiga el avión", sería otra cosa.

    Me quedo con el Bilardo de Garrafa Sánchez, con esos pequeños gestos. Me quedo con algunos de sus equipos. Prefiero olvidar, que no se sepa, cómo concibe el fútbol, más propio de los romanos que dejaban la vida (literalmente) que de los tiempos que corren.

    Un abrazo, compañero!

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