sábado, 21 de abril de 2012

Los Caballeros de la Pared y el Centro Atrás


Fabián Cecconatto y Marcelo Grasso, infaltables a la hora de los equipos eternos.


La pared, jugada que se construye a partir de pases entre dos o más jugadores, hacia adelante y a un toque. Conjunción de buen pie e  inteligencia de los ejecutores. Lo vistoso del progreso en el campo de juego es proporcional entre talento de los protagonistas y a la satisfacción de espectadores. El disfrute está garantizado.
El centro atrás, acción de juego donde un jugador, además de dejar a la defensa a contrapierna, es generoso para que otros compañeros anoten el tanto y por ende realza el concepto de equipo. Si se trata de delanteros, el centro atrás echa por tierra un tópico que consagra la falacia sobre el “egoísmo de los goleadores”. Una muletilla convertida en ley -sin lugar a debate- que en realidad infiere a los deportes individuales o al ego nocivo.
Ni la pared ni el centro atrás son prácticas sencillas, aunque su estética es apta para todo público. No tienen límites de edad, credo u otras cuestiones, queda a criterio del testigo la decisión de cerrar los ojos o negarlas como proezas generosas.
Un sector de la cátedra considera que “se juega como se vive”, otros a la metamorfosis de David Banner en Hulk para pontificar que uno al jugar, "se transforma en lo peor”.  Tirando centros atrás y paredes, uno puede percibir a un caballero. Nos referimos a la generosidad que consagra a los notables. Ya sea para otorgar el asiento a una dama, saludar con corrección, ceder el paso y otras actitudes más complejas. Se acrecienta el valor de aquellos que tiran paredes y centros atrás cuando sus socios/compañeros están lejos de tener talento. Buscar al patadura para incorporarlo al juego manifiesta generosidad, confianza, compañerismo y solidaridad.
Y es frecuente también observar que, los grandes jugadores, a la hora del sacrificio, al arrojarse a los pies y ofrecer toda la ayuda necesaria a su equipo también dan prueba de esa misma esencia.
Brilla la calidad entonces hasta elevarla a niveles que no cotizan en Wall Street o la Unión Europea. Entre esos próceres podríamos citar como ejemplos, desde la localía bernalense y por haber sido beneficiarios de su consideración.“Dos Caballeros de la Orden de La Pared y el Centro Atrás”:

Fabián Cecconato (Argentino de Quilmes, fútbol de Ecuador, alcanzó a probarse en Independiente) y Marcelo Grasso (Independiente, Dock Sud, Berazategui). Ambos sin el éxito, la trascendencia o la repercusión mediática que merecían, jugaron profesionalmente a finales de los 70 a los 80´.
Cecconato (hijo de Carlos, crack Rojo de los 50) y Grasso regaron las canchitas de la infancia y los estadios del Fútbol Argentino que pisaron con esa cualidad de ser “diferentes” por habilidad/destreza pero imprescindibles por la vocación de prodigarse hacia sus compañeros. Y se reitera: no sólo en el fútbol. Ellos hicieron realidad la ilusión de los pataduras: participar de una jugada notable en aplicación directa del concepto de equipo. Recuerdo ese ejemplo en cuanta charla sobre el "trabajo en conjunto" me toca asistir. Ejemplos como el de Fabián Cecconato y Marcelo Grasso brillan y agradecerles su generosidad a la misma altura es imposible, pero nobleza obliga.
Ya que si bien el medallero que consagra al campeón es indiscutible, también son héroes aquellos notables piadosos que honran el compartir.
Ególatras hubo siempre, esos que corren solos, apartando a sus compañero y buscando la cámara para gritar su gol. Se golpean el pecho, seguros porque el control antidópig no pena el exceso de ego.
Quizás sepan algún día que la vida (el fútbol) es un deporte de conjunto y la interrelación dignifica. Ahí los "Notables Piadosos", Cecconatto y Grasso están presentes para afrontar, incluso, las derrotas.

2 comentarios:

  1. Yo era de tirar paredes, aunque nunca me puse a pensar si lo hacía por mi conocimiento de construcciones o porque carecía de individualismo para pasar al rival.

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  2. El otro día escuchaba en la radio a Eduardo Galeano. El genio hablaba de fútbol, de su charla con el "Ché", al que acusó de "traidor" porque Granma lo había fotografiado jugando al beisbol. Y en un momento habló sobre los intelectuales que reniegan del fútbol. Y, como usted, llegó a la misma conclusión: pobres los que no puedan percibir la belleza del fútbol. De la pared bien construida, del centro atrás. De que el más patadura pueda algún día ser el héroe del equipo, convertir el último penal de la final de la Libertadores y salir en la tapa de todos los diarios.

    Se juega como se vive. Lástima que hayamos perdido tanto tiempo escuchando a los cultores del "pisalo, pisalo", que nada tiene que ver con ser amarrete en lo táctico, jugar con dos líneas de cuatro o sacar al nueve para reforzar la defensa ¿O acaso todos somos arriesgados en nuestros vidas? Nunca entendí a los que se tiran en paracaídas, por ejemplo.

    Nuevamente gracias por compartir su pluma con nosotoros! Saludos!

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