lunes, 3 de diciembre de 2012

Pulp, no ficción



Jarvis Cocker, la certeza de que el show debe seguir si tiene su calidad.

Desde hace algunos capítulos este blog intenta ser agradecido con algunas personas a las que considero relevantes, no por halago fácil o toque sentimental. Tamizar sus valores me honra tanto como describirlos para el íntimo o ínfimo público que pueda acceder a estos textos.

Hablaremos de Pulp, música y de mi amigo Patricio Minig.

En un recital de rock la diferencia de edad con otras personas late hasta que se apagan las luces y estalla el show. Hasta ese momento te pueden delatar la ropa,  tus arrugas, la falta de cabello o la barba blanca. Aún así es muy raro que alguien te mire “mal”. Ni siquiera en la previa, cuando la celeridad del “paso vivo” hacia el estadio o al teatro hace que todos caminemos pensando en lo que vendrá.
El Pato Minig tiene música en su alma, le llevo varios años, pero no poseo su panorama para el juego de la vida. Digamos que él -si bien fue arquero de Racing  y Quilmes- tiene talentos propios de un enganche, un armador de juego, respira prolijidad. Influyó en mi para tanto para saborear al Barcelona antes de la era Messi, en honor al espíritu “culé”, como para medir con la graduación correcta ciertos desaires. El sale airoso de discusiones de historia, política o geografía. Pasaría horas escuchándolo hablar de la NBA.

El 21N tocó Pulp en el Luna Park, una banda símbolo del "Brit Pop" de los 90. Un mito para muchos de los que tarde o temprano reconocen que los británicos tienen “el toque” para hacer sonar guitarras, bajos, teclados, baterías.  Les es propio, lo saben y lo ejecutan. 
“Nos tenemos que ver el día después del paro” me dijo Minig y casi lo olvidé. O lo que es peor, pensé que me jugaba alguna ironía por las leves diferencias de lectura política que tenemos.
Quien escribe declara bajo juramento -sobre el álbum “Una noche en la ópera” (Queen)- que asistió a conciertos por compromiso o esnobismo. Incluso a veces calculando cuándo terminarían el show apenas los músicos salían a escena. En cambio si la banda hace blanco en mi alma puedo cantar "champurreando" el inglés, también saltar, gritar y llorar. Sin descifrar notas, escalas o tonos.
Minig escribió alguna vez que me admira y me considera una suerte de guía en su labor periodística. ¿Su inconsciente le habrá dicho que la situación es al revés y excede lo ocasional que pueda ser nuestro oficio? El rock también es su forma de ser, habla muy bien inglés por digna herencia: su mamá es profesora del idioma de la Reina. Su papá es músico y hablar de su hermano Federico será un capítulo aparte.

La cuestión es que cuando supe que Pulp tocaría en Corrientes y Bouchard pensé “¡Me encantaría ir!” y me respondí que no podría ser, seré discreto con los motivos que no hacen al relato.
Blur, Pulp y otras bandas nos regresan a los 90 con letras que intuimos propias. No hay error. Pasa, lo verifiqué una y otra vez. En los discos, Jarvis Cocker -jefe de Pulp- sabe muy bien de lo que habla, tiene el tono radial de un locutor destacado, hace brillar el inglés en pronunciación exacta.
Cocker además siempre realza a su banda, pide los aplausos para Pulp en cada show. Sobre el escenario se mueve con más plástica que el mejor Charly García de los ochenta y sincroniza con sus músicos cada acorde. Sus compañeros le regalan escenario y liderazgo.
Fui testigo del crecimiento del Pato Minig, diría que casi siempre supo en qué lugar de la cancha (léase realidad) está su lugar. El sitio exacto para la jugada necesaria. Quizás tuvo fallas que él anotó en su bitácora. Pero doy fe que cuando las sombras rodean el rancho de sus seres queridos él está. Ahora hace dupla de rescate emotivo con su esposa Valeria y se entienden de memoria.
Pulp es mucho más que una banda, refleja la expresión de aquellos que gustan preguntarse "por qué", su canción “Gente Común” es casi un himno y más allá del cambio de siglo su mensaje sigue vigente.
Cocker lo sabe, lo realza sin subestimar a nadie.
A bordo de una cupecita roja conocí las letras de Pulp, cierta vez que el Pato Minig las cantó con Jarvis en el CD y las tradujo para mí. El impacto de saber que esa turista que quería saber cómo vivía la “gente común” era una mueca se grabó a fuego una noche sobre la avenida Mitre entre Domínico y Avellaneda.
Los mismos truenos de ese viaje con Minig & Cocker cantando a dúo se repitió el 21N. "Nos teníamos que ver", porque el Pato me regaló una entrada. Quizás estaba escrito que el Luna Park nos debía tener como testigos. El sentado junto a Valeria, yo en la fila de atrás. Justo para que no me viera llorar, cantar "champurreando" el inglés, entendiendo que un riff se siente con el alma.
El 20 junio de 1998 el Pato Minig -junto a otros- me sacó de una camioneta destruida en Cañada de Gómez.  Le pregunté mil veces dónde íbamos, dónde estamos, había hierros retorcidos, niebla, sangre. Habíamos chocado de frente con un camión. Ibamos a Córdoba a trabajar.
Estuvo allí, estuvo antes, está hoy si uno lo necesita.
No sé si alguna canción de Pulp habla sobre los que no integran la caravana reservada a los “Amigos del  Campeón” o alguna estrofa narra lo que se puede sentir cuando mirás alrededor y alguien en silencio te grita su lealtad, esa que jamás echará en tu cara.
Debería existir ese tema de Pulp, quizás Cocker lo escriba algún día. Hablará del Pato Minig.

2 comentarios:

  1. Excelente pluma, sensibilidad, sensatez y energía en tus palabras, Luis. Gran semblanza de un amigo genial -Pato- y de las vivencias imborrables. Muchas veces, lo confieso, deseé escribir como vos. Abrazo! Brama.

    ResponderEliminar
  2. Que vos hayas compartido esa noche inolvidable del Luna con Pulp y seas tan generoso con tus palabras es un premio para mí Adrían. Gracias. Otro abrazo.

    ResponderEliminar