Jarvis Cocker, la certeza de que el show debe seguir si tiene su calidad.
Desde hace algunos capítulos este blog intenta ser
agradecido con algunas personas a las que considero relevantes, no por halago
fácil o toque sentimental. Tamizar sus valores me honra tanto como describirlos
para el íntimo o ínfimo público que pueda acceder a estos textos.
Hablaremos de Pulp, música y de mi amigo Patricio Minig.
En un recital de rock la diferencia de edad con otras
personas late hasta que se apagan las luces y estalla el show. Hasta ese
momento te pueden delatar la ropa, tus
arrugas, la falta de cabello o la barba blanca. Aún así es muy raro que alguien
te mire “mal”. Ni siquiera en la previa, cuando la celeridad del “paso vivo” hacia el estadio
o al teatro hace que todos caminemos pensando en lo que vendrá.
El Pato Minig tiene música en su alma, le llevo varios años,
pero no poseo su panorama para el juego de la vida. Digamos que él -si bien fue
arquero de Racing y Quilmes- tiene talentos
propios de un enganche, un armador de juego, respira prolijidad. Influyó en mi
para tanto para saborear al Barcelona antes de la era Messi, en honor al espíritu “culé”, como para medir con la graduación correcta ciertos desaires. El sale
airoso de discusiones de historia, política o geografía. Pasaría horas escuchándolo hablar de la NBA.
El 21N tocó Pulp en el Luna Park, una banda símbolo del "Brit Pop" de los 90. Un mito para muchos de los que tarde o temprano reconocen
que los británicos tienen “el toque” para hacer sonar guitarras, bajos,
teclados, baterías. Les es propio, lo
saben y lo ejecutan.
“Nos tenemos que ver el día después del paro” me dijo Minig
y casi lo olvidé. O lo que es peor, pensé que me jugaba alguna ironía por las leves
diferencias de lectura política que tenemos.
Quien escribe declara bajo juramento -sobre el álbum “Una
noche en la ópera” (Queen)- que asistió a conciertos por compromiso o esnobismo.
Incluso a veces calculando cuándo terminarían el show apenas los músicos salían
a escena. En cambio si la banda hace blanco en mi alma puedo cantar "champurreando" el inglés, también saltar, gritar y llorar. Sin descifrar notas, escalas
o tonos.
Minig escribió alguna vez que me admira y me considera una
suerte de guía en su labor periodística. ¿Su inconsciente le habrá dicho que la
situación es al revés y excede lo ocasional que pueda ser nuestro oficio? El
rock también es su forma de ser, habla muy bien inglés por digna
herencia: su mamá es profesora del idioma de la Reina. Su papá es músico y hablar de su hermano Federico será un capítulo aparte.
La cuestión es que cuando supe que Pulp tocaría en
Corrientes y Bouchard pensé “¡Me encantaría ir!” y me respondí que no podría ser,
seré discreto con los motivos que no hacen al relato.
Blur, Pulp y otras bandas nos regresan a los 90 con letras
que intuimos propias. No hay error. Pasa, lo verifiqué una y otra vez. En los
discos, Jarvis Cocker -jefe de Pulp- sabe muy bien de lo que habla,
tiene el tono radial de un locutor destacado, hace brillar el inglés en pronunciación
exacta.
Cocker además siempre realza a su banda, pide los aplausos para
Pulp en cada show. Sobre el escenario se mueve con
más plástica que el mejor Charly García de los ochenta y sincroniza con sus
músicos cada acorde. Sus compañeros le regalan escenario y liderazgo.
Fui testigo del crecimiento del Pato Minig, diría que casi
siempre supo en qué lugar de la cancha (léase realidad) está su lugar. El sitio
exacto para la jugada necesaria. Quizás tuvo fallas que él anotó en su
bitácora. Pero doy fe que cuando las sombras rodean el rancho de sus seres queridos él está. Ahora
hace dupla de rescate emotivo con su esposa Valeria y se entienden de memoria.
Pulp es mucho más que una banda, refleja la expresión de aquellos que gustan preguntarse "por qué", su canción “Gente Común” es casi un himno y más allá del cambio de
siglo su mensaje sigue vigente.
Cocker lo sabe, lo realza sin subestimar a nadie.
A bordo de una cupecita roja conocí las letras de Pulp,
cierta vez que el Pato Minig las cantó con Jarvis en el CD y las tradujo para mí. El impacto de saber que esa
turista que quería saber cómo vivía la “gente común” era una mueca se grabó a fuego una noche sobre la avenida
Mitre entre Domínico y Avellaneda.
Los mismos truenos de ese viaje con Minig & Cocker cantando a
dúo se repitió el 21N. "Nos teníamos que ver", porque el Pato me
regaló una entrada. Quizás estaba escrito que el Luna Park nos debía tener
como testigos. El sentado junto a Valeria, yo en la fila de atrás. Justo para que no me viera
llorar, cantar "champurreando" el inglés, entendiendo que un riff se siente con
el alma.
El 20 junio de 1998 el Pato Minig -junto a otros- me sacó de
una camioneta destruida en Cañada de Gómez. Le pregunté mil veces dónde íbamos, dónde
estamos, había hierros retorcidos, niebla, sangre. Habíamos chocado de frente
con un camión. Ibamos a Córdoba a trabajar.
Estuvo allí, estuvo antes, está hoy si uno lo necesita.
No sé si alguna canción de Pulp habla sobre los que no
integran la caravana reservada a los “Amigos del Campeón” o alguna estrofa narra lo que se puede sentir cuando mirás alrededor y
alguien en silencio te grita su lealtad, esa que jamás echará en tu cara.
Debería existir ese tema de Pulp, quizás Cocker lo escriba
algún día. Hablará del Pato Minig.
Excelente pluma, sensibilidad, sensatez y energía en tus palabras, Luis. Gran semblanza de un amigo genial -Pato- y de las vivencias imborrables. Muchas veces, lo confieso, deseé escribir como vos. Abrazo! Brama.
ResponderEliminarQue vos hayas compartido esa noche inolvidable del Luna con Pulp y seas tan generoso con tus palabras es un premio para mí Adrían. Gracias. Otro abrazo.
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